viernes, 10 de septiembre de 2010

Bajate de esa nube, que eso que vos sentís, eso no es amor

jueves, 9 de septiembre de 2010

Jack I´m Flying



La crisis de los 30 esta vez me llevó a, literalmente, tirarme de un puente.

Todo comenzó cuando mi querida amiga Pi me invitó hace un tiempo a hacer Bungee y yo, que no me pierdo la movida de un catre le dije que si, sin percatarme que el cuento era muy en serio.

La primera fecha se cumplió sin pena ni gloria pues el paseo se pospuso, así que ni siquiera pensaba en el tema.  Pero de un momento a otro, la fecha nuevamente agendada empezó a venirse encima, y tocó poner un adelanto, por lo cual, no había como echarse para atrás, o como diría mi profesora de 11 de español: No hay vuelta de hoja.

Así que trate de no pensar en que iba de cabeza hacía el agua a 80 mts de altura, simplemente hacía un par de comentarios diciendo que me iba a tirar de un puente, pero todo el mundo pensaba que era una expresión metafórica.

Un día antes me entró el susto, y leí un par de páginas de internet simplemente para saber si era mejor tirarse amarrado de los pies o de la cadera, por aquello del jalón cuando el elástico llega a su máxima elongación, pero a la par de la explicación de que era y en donde había nacido, también venían las posibles lesiones que podrían ser ocasionadas por el hecho de saltar de cabeza de un puente, así que por mi bien mental decidí dejar de leer.

Esa noche casi no pude dormir, y me levanté muy temprano (cosa que casi nunca hago).  Me sentía un poco asustada, pero de un miedo como chevere, de ese que da maripositas en el estómago y te hace como estremecer un poco.  El viaje hasta el sitio fue muy chevere, nos reimos bastante, conocí muchos pueblos y nos tomamos fotos.

Para mi, fue la ruta de la G: Guatavita, Guasca, Sueva -el único pueblo que se me tiró la ruta de la G, pero que aún sigo estando segura que se llamaba era Gueva-, Gachetá, Gama y finalmente la represa del Guavio, donde estaba el puente.



Y empezamos a ver cómo la gente se lanzaba desde esa altura y gritaba como endemoniados.  Otros, no eran capaces de lanzarse, así que eran agarrados por 6 u 8 personas, y cual superman lanzados al vacío amarrados de sus pies.  Aquí me empezó el miedito, que se acrecentó cuando nos hicieron firmar el papel ese que dice que uno en pleno uso de sus facultades mentales entiende el por qué carajos es que se está tirando de un puente!


Cuando me pusieron la indumentaria, ahí si que empecé a temblar.  Te amarran muchas cuerdas, que la de los pies, que con la que se tira, que la que va al resorte, que la de seguridad por si alguna falla (Oh por Dios!), el arnés con el que lo suben después de cometer la locura y los cosos esos en los pies desde donde uno se cuelga.


Mientras veía a mis compañeritos de viaje tirarse, me salió una valentía (ni idea de donde) que me hizo gritar que yo iba a ser la primera de las mujeres que iba a cuasi suicidarse.  Llegó mi turno: así que me pasé la baranda del puente y quedé al borde del precipicio.  La vista era espectacular: dos montañas en frente, con el sol detrás y un colchón de agua de color verdeazul muy hermoso, pero el miedo era literalmente paralizante.  Sentía las piernas como piedras, y los brazos entumidos.  La cabeza tenía un golpeteo constante y no podía ni tragar saliva.  El conteo del salto empezó y lo único que pude decir fue: espere, espere.  Quería hacer la de titanic y decir: Jaaack i´m flying, pero no fui capaz de despegarme de esa baranda.  Volvieron a contar y no supe en que momento me lancé de cabeza al vacío... a la nada.


Iba volando hacia el agua, sintiendo un vacío en el estomago que duró eternidades cuando de pronto, zuas!, el caucho llegó a su punto máximo y me devolví a la realidad, sólo quedé colgada de los pies, mirando al infinito y más allá.  Luego el esfuerzo de volver a subir y el temblor hasta que el susto decide abandonar el cuerpo.


Quedé muy contenta de haber vencido mis miedos.  


Pero no lo vuelvo a hacer...